1. Calor. La mesa es suave. Hace ruido la silla al apoyar la espalda. Casi es la hora. En el móvil una foto de alguien que celebra el 4 de julio en Estados Unidos, ríen. Mando un mail, otro, otro. Se me ha olvidado adjuntar un documento, lo encuentro, este es, sí. Mando mail, esta tarde continuaré con las facturas, hay que ver cómo se acum… Oscuro. Negro. No veo. Veo. La pantalla del ordenador, la mesa blanca. Qué ha sido eso. Dicen que cuando te baja la tensión puedes ver todo negro. Será el calor. No. No lo es. Sí, será. No es. Qué ahogo, es como si hubiera hecho ejercicio de pronto. Solo he bajado al sótano esta mañana a los archivos, no me he movido más. Qué raro. Es la hora, cierro la entrada. Qué calor. Salgo a la calle. Sigo sintiendo como si estuviera acelerándose el corazón, ahogo, cansancio. Camino despacio, al sol. Desbloqueo el móvil, cuánto tiempo tarda, es demasiado. Me mareo. No será nada, túmbate y toma algo. Paro. Una Farmacia, ellos sabrán qué hacer. No, no voy a parar de andar, en realidad no me pasa nada. No, no me pasa nada. Estoy andando, solo es calor y algo de ahogo. Claro, la Jalea Real, será eso, no estás acostumbrada. Qué mal me ha sentado. Ayer llovió y lo único que se me ocurre es ir a comprar Jalea Real, ‘a ver si ayuda a acabar entera la temporada de verano en esta frenética isla’, dije. ‘Sí, todos acabamos muy cansados de trabajar sin parar, así es el verano en Ibiza’, dijo ella. No, ahora no se trata de tumbarme, ni de respirar, ni de descansar, es otra cosa, es una presión en el pecho y mucho cansancio. No, no es nada, es el calor. Sigue caminando, pasará. Desbloqueo el móvil. Siento como taquicardia, es rarísimo, es como un mareo raro, antes he notado como si me bajara la tensión o algo así, sin embargo me noto acelerada. No te preocupes, será algo normal, llega a casa y túmbate. Llego a casa. Abro la puerta, la gata me mira, el inmenso ventanal me presenta al eterno mediterráneo, por eso merece la pena todo lo demás. Oscuro. No hay piernas. No hay cuerpo. Siento caer, sujeto mi cabeza. Vuelvo a ver a mi gata y el mar. Levanto. Salgo. Volveré, le digo. Paro. Respiro. El vecino dijo una vez que trabajaba en UCI del único hospital de la isla, una vez se cruzaron dos chicas que salían de su casa y yo llegaba de la compra, me miraron y rieron. Por qué ellas en mi cabeza. Llamo al timbre. Llamo. Llamo. Llamo. No está. Otros vecinos, son árabes, no sé si hablarán bien español. Toco la pared, me deslizo sujetándome. Ascensor o escalera. Por la escalera va menos gente aunque la espera de llamar al ascensor es demasiado tiempo. Mejor ascensor en proporción, alguien lo cogerá en algún momento y solo hay uno. Es mejor. Sí. Llamo. Llega. Entro. Mi cara es cera, no es mi cara. Decido y me doy órdenes desde un lugar en mi cabeza que desconozco cuál es. Todo lo decido deprisa en espacios de tiempo muy reducidos. No puedo hablar. No puedo coger el móvil. Solo pensar deprisa, ir a la tienda de la esquina. Una chica sale de un gimnasio y se choca conmigo, me mira. Paro. Llego a la tienda. Él me llama. Estoy mareada, no sé qué pasa, es raro, mira ahora me mareo otr… Oscuro. Caigo sobre una silla verde. Ayuda. Llame al 112. Estoy mareada. No llamo a nadie desde aquí. Hágalo por favor. Si quieres te doy un agua o una coca-cola. No quiero nada, no se trata de eso, no es la tensión, no sé que es, 112 por favor. Llama. Grita. La chica no parece haber tomado ninguna droga ni nada de eso, yo qué sé, venid de una vez, se marea pero no sé por qué, sí, en la esquina, no, no, en la esquina más adelante, junto a la cala. Vale, venga. Eso significa que vienen, cuánto tardarán. Dos niños, uno se saca mocos, lleva un dinosaurio de juguete en la mano. ¿Qué le pasa abuela? La chica está mareada. Les sonrío. Pasa mucho tiempo o poco o mucho. Oigo la sirena. Ahí llegan, sí. Bajan. Azúcar. Sangre. Tensión. Todo va bien. No sabemos qué puede ser. Perdona que te lo pregunte, ¿has ingerido algo? No, nada, vengo de trabajar. Pero entiendo que lo pregunte. No me hables de usted. Lo siento, es deformación profesional. Entra y te llevamos al centro de salud a ver qué dicen. Vale. Me siento. Dejo el bolso en el suelo. Estoy bien, de verdad, no sé qué me debe pasar. Estoy bien. Llegamos, te bajamos en silla, es el protocolo. Vale. Ven, túmbate. Una mujer tose, tose fuerte, parece que vaya a vomitar, la miro por detrás de la cortina, parece una mujer gitana muy morena. Me tumbo. Me ponen un gotero. Ay, duele el pinchazo en el brazo izquierdo. La enfermera en prácticas cuelga una bolsa con algo. Viene una médico, dice que me desabroche el sujetador y suba la camiseta. Pone unos cables, como unas ventosas. Les explico cómo son los mareos, es raro porque de pronto me mareo y es muy intenso y no sé por qué es. Igual porque no has almorzado. Nunca almuerzo. ¿Y te parece bonito?, dice. No sé, nunca lo hago y nunca me ha afectado. Mira, ahora, me mareo de nuev… Oscuro. Me pegan en la cara, lo noto. Míranos. Las miro. Sus caras, se cruzan dos miradas. Se va la médico. Pasa algo. ¿Esto me ayudará? Digo señalando el gotero. La enfermera en prácticas dice: no. Pero lo pone igualmente. Llega la médico. Le sonrío. ¿Esto me ayudará? Digo señalando el gotero. Sí, dice. Miente. Claro. Sus ojos mienten. Ella es la veterana. Sabe que tiene que mentir. Cojo mi bolso del suelo. Déjalo, no te muevas. Te llevamos al hospital. Meten la camilla en la ambulancia. Él me habla. Me cuenta que lleva muchos años trabajando en la isla y que es de algún lugar del centro de España pero como es rubio y con cara de alemán, todos creen que es un ‘guiri’. Me informa de en qué kilómetro estamos. Escucho la sirena. Imagino a los coches que tienen que apartarse. Ahora no soy yo la que se aparta. Miro al techo, cables. Dice que no me puede pinchar nada, si no lo haría. No sé qué quiere pincharme si no saben qué pasa. ¿O sí? Llegamos, te bajo de la ambulancia en camilla porque es el protocolo. De nuevo protocolo. Pero no te asustes, dice. Entramos, oigo voces, mucha gente. Me mareo, digo. Me mareo. Me mareo. Dos puertas abatibles de metal. Una mujer en silla de ruedas a mi lado, es anciana. Estoy en un pasillo, creo. No, no la metáis en la sala de paradas, viene un francés con un derrame cerebral en helicóptero de Formentera, ella no cabe. ¿Pero qué le pasa? Tiene mareos, niveles de glucosa normales, tensión normal, se queja de mareos bruscos repentinos, no ha ingerido nada… Lo dice como si fuera una receta de cocina. Pero no me muevo. Estoy tumbada en una camilla, una mujer anciana me mira. Me mareo, susurro. Intento moverme en la camilla. No tengo fuerza, me mareo, me mareo. Entradla. Entro. Esto es lo que llaman sala de paradas. Son muchos, andan deprisa. Parecen escépticos. La niña pija de 27 años a la que le dan mareítos ocupando la sala de paradas de Urgencias, pensarán. Qué sé yo. Me ponen de nuevo las ventosas y los cables en el pecho. Una mujer de apariencia enfadada y voz grave dice: así, si te da otro mareo, podremos ver si se registra algo. Pero claro, si hay que esperar hasta que te dé otro, a saber cuánto tiempo… Ya, es que me dan de súbito, y son muy fuertes y muy raros, no sé cómo expl… Oscuro. Oscuro. Oscuro. Oscuro. Los veo a todos. ¿Veis?. Ese mareo es el que decía. Sus caras ya son distintas. Alguien me quita los zapatos. Verdes. Fáciles de quitar. Por qué lo hace. Es muy larga, la gráfica es muy larga, grita. Viene el chico que estaba en la puerta, lleva ortodoncia, pone ‘médico’ en su bata, es joven, moreno. ¿Hay en tu familia casos de problemas de corazón? No sé, mi abuelo. Ya bueno, pero perdona la expresión, igual ya ‘le tocaba’. Digo en jóvenes. No, pero he tomado Jalea Real*. Ríe. No, no será eso. Entonces qué pasa. Quítate la ropa. Me la van quitando. Qué pasa. Son bragas negras. Lo hacen con cuidado pero con fuerza. Será fisiológico, subidla rápido a UCI. Te quito el reloj, ¿vale? Sí. ¿vale? Sí ¿VALE? ¡Que sí! Lo meto en esta bolsa, ¿hay algún familiar fuera? Sí.
Qué está pasando. Me ponen dos piezas blancas en el pecho pegadas, no sé qué es. Despega una, la pone del revés, ¿esto cómo iba? Dice. A ver prueba, dale. Noto una descarga eléctrica que me abate entera. Me asusto. Qué está pasando. No la activéis si está consciente, por favor. Te vamos a llevar a quirófano. Caen dos lágrimas espesas por mi cara hasta mis oídos. Cojo la mano de aquella mujer castaña. Me mira asustada y me suelta. Deshumaniza. Tengo miedo, digo. Yo también lo tendría, dice. Me tapan con una sábana blanca. Me meten en el ascensor. Los de oficinas siempre usáis los ascensores y no caben las camillas, por favor apretaos. Qué gracia, rencillas entre compañeros, en todas partes pasa. Se está bien aquí. Entro en un cuadrado acristalado. Box 1 de UCI lo llaman. Qué suerte, te ha tocado con ventana, dice la chica de gafas rojas. Te vamos a preparar para la intervención, ¿sabes lo que te vamos a hacer? No. Vamos a introducir un cable por la femoral para que tu corazón funcione correctamente porque cada vez va más lento y esos mareos que notas son por ello, quizá uno de esos mareos es demasiado largo y deje de funcionar del todo. Lo dice tras sus gafas con ojos llenos de luz y optimismo. ¿Haces mucho deporte?* Lo cierto es que no, le digo riendo. Pues muy mal, dice con carcajada. Llevas un corazón, le digo. Lleva un uniforme azul, es un chico con rastas, ojos azules y un collar dorado donde cuelga un corazón orgánico. Claro, será esto la ‘sección’ de corazones, pienso. Me mira, serio. Sí, así es, responde. Miro al techo. Están poniendo algo de plástico en mi ingle, duele un poco. Conectan más clables. Ya no pasa nada. Sobre la cama hay una barra blanca con enchufes en los que conectar cosas. Ellos hablan. Me levantan con la sábana para pasarme de una cama a otra. Miro ese enchufe. Si ha de ser así y ahora, que así sea. Si estos enchufes son lo último que deba ver, que así sea, allá voy, Jordi. Si es la hora, que así sea. Me sacan del Box. Perdonad, me hago mucho pis, soy inoportuna lo sé. Tengo miedo de hacerme pis encima en plena intervención, no sé, pienso. Sí, lo eres, pero no pasa nada, te pongo el plato. Me sacan de UCI. Entro en quirófano, nunca había estado en uno. La doctora se llama Elena. Tiemblo. Hay unas 5 personas vestidas de verde a mi alrededor, Elena a los pies. Ella, ojos negros y mascarilla verde, asoma un rizo, le brilla la mirada, me sujeta la cabeza, la veo del revés, lleva una flor colgada en el cuello de un cordón negro. Debes quedarte quieta. Duele, con hilo de voz. ¿Por qué tiemblas? ¿Tienes frío? Elena, desde allí, a los pies, con algo que le aísla de radiaciones, parece un escudo, le da calor. No, dice ella, detrás de su máscara verde, sobre mi cabeza, es porque lo nota. Ya, pero debes estar quieta. Lo sé, lo sé. Paro, contengo la fuerza. Duele mucho. Ahí está, soy cuerpo, cuerpo con un elemento que se adueña de cavidades que jamás había sentido en mi interior, femoral, corazón. (seguirá)
2. Que no se mueva, ¿quieres comer? Se está bien aquí. La ventana me muestra una casa a lo lejos, de ladrillo visto con un balcón con forma circular y macetas con flores. La gente de esa casa se asomará y no sabrá quién está aquí, detrás de esta ventana. Miro, Box 5, el señor francés de Formentera. No se mueve. ¿Dónde estás? ¿Por qué tú? No sé quién soy, qué soy, qué está pasando. ¿Por qué no me pregunto ‘por qué a mí? Es lo que se suele preguntar la gente cuando le pasa algo. No me importa por qué a mí, qué es mí. Cambian de turno.
2. Que no se mueva, ¿quieres comer? Se está bien aquí. La ventana me muestra una casa a lo lejos, de ladrillo visto con un balcón con forma circular y macetas con flores. La gente de esa casa se asomará y no sabrá quién está aquí, detrás de esta ventana. Miro, Box 5, el señor francés de Formentera. No se mueve. ¿Dónde estás? ¿Por qué tú? No sé quién soy, qué soy, qué está pasando. ¿Por qué no me pregunto ‘por qué a mí? Es lo que se suele preguntar la gente cuando le pasa algo. No me importa por qué a mí, qué es mí. Cambian de turno.
Ellos limpian, limpian todo, nos limpian todo. Reímos. Cumplen sus turnos, a veces es mecánico, no es humano, es un trabajo, claro.
Oigo sus pasos, reconozco su forma de andar, son ellos, han llegado, lloran. Nunca le había visto llorar. He tingut molta por. Ja ho sé.
Oigo sus pasos, reconozco su forma de andar, son ellos, han llegado, lloran. Nunca le había visto llorar. He tingut molta por. Ja ho sé.
El cuello me duele. Ya conozco casi todas las alarmas. Qué sonidos tan diferentes tienen. Cuando se acaba el gotero, tiene una melodía sorda y como a dos tiempos. Cuando el pulsómetro se mueve del dedo, a tres tiempos y más agudo. Cuando se produce taquicardia, un tiempo, muy agudo, todos se mueven allí fuera. Cuando deja de recibir señal, sonido ensordecedor. Allí fuera cada una de esas pantallas resume las constantes de cada uno, voy a intentar ver cuál es la mía, ya la veo. Cambian de turno, hablan entre ellos, se cuentan, somos números. Háblale, tiene miedo, si no dale Valium, estas son las veces que ha hecho pis, la hora a la que ha comido, los goteros y aquí, como ves, la situación del electro. Vale, perfecto. ¿Y si al externo se le acaban las pilas? dice. Entra, me habla, finjo que no les escucho cuando hablan ahí fuera. Hace mucho frío, dicen que es por problemas en el aire acondicionado, o no funciona o es muy fuerte. Me toman la temperatura en el oído cada hora, 35 grados, traen mantas. Mi brazalete me toma la tensión cada hora, cuando se hincha le hablo, ¿te estiro más el brazo, querido?. Amanece, otro turno, qué bonitas las flores de aquella ventana. Me limpian, son las chicas que me crucé en el pasillo de mi casa, son ellas, eran compañeras de trabajo de mi vecino. Él está de vacaciones. Ahora llegan ellas, oigo de nuevo sus pasos, cada milímetro celular tiembla. Les dicen que marchen, que la familia entrará luego. Visita de Elena, no podemos operarte hasta el lunes porque no está el cirujano. No pasa nada. ¿Sabes lo que te vamos a hacer? Explicádselo. Ella, Mar, me hace un dibujo, tiene acento andaluz y el pelo muy corto y muy rizado, rubio. Ayer lo pasó mal intubando al señor del Box 2. Vuelve el celador con una chica diferente a la que me ha hecho las placas estos días, ¿tú eres la del corazón? Joder, qué putada, dice. Ay, perdón. Sonrío, no pasa nada, de verdad. Te tenemos que quitar la laca de uñas de las uñas de los pies con alcohol. Vale. Es por si se ponen azules. Vale.
Vienen ellos, él me peina, como cuando iba al colegio de pequeña, una coleta que duraba todo el día y luego a subir al autobús, ella me habla, cuenta chistes y ríe, sé que lo hace para entretenerme, ella sabe que lo sé, él me toca los pies, 'hay alguien ahí fuera que está mucho peor que tú', me dijeron aquél día, ella me ayuda a comer y le digo que un enfermero quiere ligar con ella, nos reímos. Ella me coge de la mano y casi a la vez decimos que Dios da a quien sabe que puede soportarlo. Lo sé. No pasa nada. El día anterior hubo tormenta, estaba enfadada, ya no me enfado y menos por las tormentas o por motivos supérfluos. Muchos rayos y truenos, ¿cómo se podría aprovechar toda esa energía que produce el cielo? A saber, si aún se desconocen algunos aspectos de la energía producida por un rayo.
Energía, electricidad. Me rodean, están hablando, soy la única consciente. El Box 5 ahora está vacío. Algo pasa, no noto mi cuerpo, no puedo hablar, me mareo, susurro. Vuelvo a sentir de nuevo el cuerpo. Los veo, se miran asustados, llega Elena, ¿cómo se te ocurre desconectar ese cable? Ha sido sin querer, dice ella. Llegan con desfibriladores. Lágrimas. ¿Qué te pasa? Dependo de ese cable, ya dependo de él. Sí, así es, dicen. O él de mí pero ya vamos juntos. Llega la noche, ella, es ella, la chica de pelo rizado con la flor al cuello, pero no lleva la flor. ¡Tú estabas conmigo el día que llegué! No, no era yo, es la primera vez que te veo. Ah, es que recuerdo algunos rostros pero iban tapados, sois ahora como los recuerdos más férreos que puedo tener en mi memoria, está siendo todo raro. Ya, pero piensa en la suerte que has tenido. No, no ha sido suerte. No tingues por, pensa en projectes macos de futur. ¿Futur? No puc pensar en el futur, només tenim el ara i tinc por. Entra una mujer de rostro amable. Me quedaré a tu lado toda la noche si quieres. No hace falta. Además, si algo sale mal nos oirás que los pies nos tocan el culo de lo rápido que nos levantamos. La chica de pelo rizado -pero que no lleva flor en el cuello- es muy dulce, su voz es maravillosa, me cuenta que vive en una casita de madera, ella es de Gerona. Descansa, dice. Me pinchan, en diferentes lugares. Noche ajetreada, entran dos personas ingresadas, todos hablan y están alerta. Los Box vuelven a estar llenos. No quiero dormir, ¿y si duermo y no despierto? Se ha caído, dicen, se ha caído desde un tejado. Tiene el cráneo fracturado, por las placas dicen que lo mandan a Mallorca en helicóptero. ¿Y cómo pinta? Mal, muy mal. Su familia ya está viajando allí. Lo veo pasar sobre su camilla, debe tener mi edad, tiene barba, sonríe. Entra la noche, llega Cruz, con su melena blanca y larga, habla de fútbol. Ahora que es el Mundial, mis hijas quieren verlo y como su padre era quien iba con ellas a esas cosas… Pues ahora me toca a mí, pero bueno, es divertido, aunque no me entero de nada. Noche. Pitido, es el más agudo, esta vez no es ninguno de los Box exteriores, suena totalmente presente. Sonido de sillas allí fuera que se mueven, ellos que deben ir corriendo, como dicen. Entran a mi Box, les miro. Se ha despegado una ventosa del electro, solo era eso.
3. Lo conozco, él. Me explica, no hay quirófanos. No pasa nada. Me dice que es sencillo, le pregunto dudas, su voz es muy suave, su mirada fuerte y es tan alto. Mañana, lo haremos mañana, no te preocupes. Firmo un papel, no lo quiero leer porque sé lo que dice y no lo quiero leer. Cambian de turno. Hoy está bastante vacía UCI. ¿Qué tenemos? A la del Box 1. Poca cosa. Podríamos desconectarla y nos la quitábamos de encima rápido. No seas gafe, idiota, le dice su compañera. Tiemblo, lloro, tiemblo, lloro, tiemblo, lloro. Entra la chica que es de Murcia, cambia el gotero, me pincha en el estómago, comprueba todo. Me mira. ¿Qué te pasa? Coge mi mano. Nada, no es nada. No te preocupes, mira, has tenido mucha suerte, yo también estoy enferma y las cosas vienen así, nunca sabes qué te va a pasar. Ya, cierto, cierto. Lloro, tiemblo. No me toca ese enfermero de ahí fuera en mi Box. No soy capaz de enfrentarme a esta situación porque ahora mismo solo soy cuerpo y cables y estoy a su merced. Se lo cuento a él, quiere que le diga quién es ese enfermero. Le digo que se tranquilice, esa persona no sabe lo que dice, déjalo.
3. Lo conozco, él. Me explica, no hay quirófanos. No pasa nada. Me dice que es sencillo, le pregunto dudas, su voz es muy suave, su mirada fuerte y es tan alto. Mañana, lo haremos mañana, no te preocupes. Firmo un papel, no lo quiero leer porque sé lo que dice y no lo quiero leer. Cambian de turno. Hoy está bastante vacía UCI. ¿Qué tenemos? A la del Box 1. Poca cosa. Podríamos desconectarla y nos la quitábamos de encima rápido. No seas gafe, idiota, le dice su compañera. Tiemblo, lloro, tiemblo, lloro, tiemblo, lloro. Entra la chica que es de Murcia, cambia el gotero, me pincha en el estómago, comprueba todo. Me mira. ¿Qué te pasa? Coge mi mano. Nada, no es nada. No te preocupes, mira, has tenido mucha suerte, yo también estoy enferma y las cosas vienen así, nunca sabes qué te va a pasar. Ya, cierto, cierto. Lloro, tiemblo. No me toca ese enfermero de ahí fuera en mi Box. No soy capaz de enfrentarme a esta situación porque ahora mismo solo soy cuerpo y cables y estoy a su merced. Se lo cuento a él, quiere que le diga quién es ese enfermero. Le digo que se tranquilice, esa persona no sabe lo que dice, déjalo.
Llega la mañana, claro, es día 8, no podían operarme el 4, tenía que ser el 8. Todos se mueven. Ya vamos, cae al suelo, se rompe. Un momento, avisad a mi familia, será rápido, vale, tiemblo. Llegan. Vamos. Camilla. Hacer esta curva en este pasillo con las camillas es complicado, qué mal pensado, dice el celador. Les sonrío. Entro allí. Baldosas blancas en las paredes, dos focos muy grandes allí encima. Tienen números y una ‘H’. Un celador nuevo y un enfermero de ojos muy azules. Vamos a poner algo de música, dice, tiene acento de algún lugar. Llega un médico argentino, hablan de un partido donde va a jugar Argentina. Los miro, lleva un gorro con dibujos de animales o de algo que no recuerdo bien. Hay unas puertas como de plástico que llevan a otro lugar y una ventanilla que conecta también con otro lugar. El celador nuevo me coge y dice ‘vamos a la mesa’. Está fría. No la recordaba así del día que llegué. Algo pasa. Me mareo, lo susurro, el chico de ojos azules se alarma. Todo lo que me rodea es borroso e incierto. Él grita. Llega mi cirujano, él, alto y con sus gafas negras. Pone sus manos sobre mi pecho, hace fuerza, aprieta y suelta, aprieta y suelta, le miro a los ojos, ¿por qué con sus manos? Va a ir bien, se lo digo con los ojos. Vamos a conseguirlo, dice muy firme. Sí, le respondo. ¿Puedes respirar? No. Corred a UCI y traed… Corren.
Miro. Ahora hay más personas a mi alrededor, es mano de Santo dice aquella mujer nueva. Les sonrío. ¿Está sonriendo? Sí, dice él. Gracias, gracias, gracias, les susurro. Serán sus manos las Santas, aunque se refieran a la adrenalina que me han inyectado.
Miro. Ahora hay más personas a mi alrededor, es mano de Santo dice aquella mujer nueva. Les sonrío. ¿Está sonriendo? Sí, dice él. Gracias, gracias, gracias, les susurro. Serán sus manos las Santas, aunque se refieran a la adrenalina que me han inyectado.
Ahora. Estoy y no estoy en un lugar que es y no es. Un no estar pero sí SER. Espacio infinito. Esférico quizá pero parece oscuro, hacia los lados y hacia delante, esférico, sí. No tengo cuerpo, solo soy. Soy yo. Esa música, no es música, es una nota musical. No lo sé. No miro atrás, solo miro adelante. Siluetas luminosas. Qué bien se está aquí, mejor que en ningún otro lugar porque esto no es un lugar, qué paz. Esto es el amor, el amor más absoluto. Siluetas luminosas, dos. Parecen amables. No parecen esperarme. ¿Serán ellos quienes tocan música? Igual es una playa y todos tocan música. Sí, parece que hay más como ellos allí pero no logro verlos, voy a acercarme. Qué paz. Esto no es un lugar, es todo, es todo, no es y es. Qué paz.
Qué pasa. Qué raro, noto algo que no notaba, dónde están, ¿y la música? Veo un foco, una lámpara. Debe ser mi habitación, claro, me he dejado la luz encendida. No, no estoy en Valencia, vivo en Ibiza, allí no tengo una lámpara tan grande. Azul, llevo una máscara azul, la ha visto mi ojo derecho, algo azul pegado a mi nariz. No duermo con máscara ni antifaz, es extraño. Luz intensa, números, una ‘H’. Estoy en quirófano, me estaban operando, estoy en quirófano, qué ha pasado, qué ha pasado, abro los ojos. Una mujer sostiene oxígeno, es azul, está ocupando mi boca y mi nariz, es azul. El foco, los números. Qué ha pasado, qué ha pasado, qué ha pasado. Duele. Me duele un brazo. Me estoy intentando arrancar cables, no sé por qué lo hago. Me sujetan. Sangra el brazo izquierdo, es el gotero, se ha soltado, hay sangre. Hay muchas personas. Hagamos esto deprisa. ¿No han comenzado? Ey, chiquita, regresaste. Dice el argentino. ¿De dónde? Me ponen una sábana verde en la cara, no puedo respirar, tengo miedo, qué ha pasado. No me miran ninguno de ellos a la cara. Ya nadie me mira a la cara.
Llego al Box 1. Mi madre me coge de la mano. Había música, le susurro. Ya lo sé, ya lo sé, descansa, dice. No han sido tres cuartos de hora, ha sido más, pero allí no había tiempo. Ahora ni Carlos, ni Mar, ni Cruz, ni todas esas caras que se cruzan conmigo me miran a los ojos, ya nadie me mira a la cara. Deshumanizar. Es eso. Algo ha pasado. ¿Has elegido nombre para tu futuro bebé? Carlos se da cuenta, mira un segundo al suelo, coge aire, me mira y sonríe, ¡aún no! ¿me das ideas? Aún lleva el corazón colgado del cuello. Amagoia, le digo. Su abuelo era vasco. Ya puedo mover la pierna derecha aunque no la siento, aún tengo el acceso del cable a la femoral pero sin cable. Duele. Allí fuera miran pantallas, viene él, con sus gafas negras. Tenemos que volver a entrar porque hay algo que no me gusta cómo ha quedado. Lloro. Lloro. Entro, sábana verde. Háblame. No puedo. Parla'm. No puc. Tinc por. No sé cómo ibas con este corazón por el mundo, dice. Nunca antes había sentido algo así, le digo. No eres una persona, eres un ángel. Me mareo. Ahora ya no es por esto. Debe ser hambre o miedo. No llores, no te puedo ver así. El problema es que eres demasiado inteligente. No, no se puede ser demasiado de eso, digo. Reconcíliate con tu pasado, tu presente y tu futuro. Debes saber que todo está funcionando bien. Gracias, gracias, gracias. Él sí que me mira a los ojos. Y me coge de la mano. Mi cardiólogo, él. Ellos me enseñan fotos y mensajes de voz, todos los móviles suenan, dibujos de los pequeños de la familia en los que salgo representada con alas, son unos artistas. Mi hermana al otro lado del teléfono, está muy triste, no pasa nada, estoy bien, estoy bien. Estás lejos, dice. Y ella, ella también me habla, con su voz suave, ¿estás bien, Paula? Y dice Paula como solo ella lo dice.
Qué pasa. Qué raro, noto algo que no notaba, dónde están, ¿y la música? Veo un foco, una lámpara. Debe ser mi habitación, claro, me he dejado la luz encendida. No, no estoy en Valencia, vivo en Ibiza, allí no tengo una lámpara tan grande. Azul, llevo una máscara azul, la ha visto mi ojo derecho, algo azul pegado a mi nariz. No duermo con máscara ni antifaz, es extraño. Luz intensa, números, una ‘H’. Estoy en quirófano, me estaban operando, estoy en quirófano, qué ha pasado, qué ha pasado, abro los ojos. Una mujer sostiene oxígeno, es azul, está ocupando mi boca y mi nariz, es azul. El foco, los números. Qué ha pasado, qué ha pasado, qué ha pasado. Duele. Me duele un brazo. Me estoy intentando arrancar cables, no sé por qué lo hago. Me sujetan. Sangra el brazo izquierdo, es el gotero, se ha soltado, hay sangre. Hay muchas personas. Hagamos esto deprisa. ¿No han comenzado? Ey, chiquita, regresaste. Dice el argentino. ¿De dónde? Me ponen una sábana verde en la cara, no puedo respirar, tengo miedo, qué ha pasado. No me miran ninguno de ellos a la cara. Ya nadie me mira a la cara.
Llego al Box 1. Mi madre me coge de la mano. Había música, le susurro. Ya lo sé, ya lo sé, descansa, dice. No han sido tres cuartos de hora, ha sido más, pero allí no había tiempo. Ahora ni Carlos, ni Mar, ni Cruz, ni todas esas caras que se cruzan conmigo me miran a los ojos, ya nadie me mira a la cara. Deshumanizar. Es eso. Algo ha pasado. ¿Has elegido nombre para tu futuro bebé? Carlos se da cuenta, mira un segundo al suelo, coge aire, me mira y sonríe, ¡aún no! ¿me das ideas? Aún lleva el corazón colgado del cuello. Amagoia, le digo. Su abuelo era vasco. Ya puedo mover la pierna derecha aunque no la siento, aún tengo el acceso del cable a la femoral pero sin cable. Duele. Allí fuera miran pantallas, viene él, con sus gafas negras. Tenemos que volver a entrar porque hay algo que no me gusta cómo ha quedado. Lloro. Lloro. Entro, sábana verde. Háblame. No puedo. Parla'm. No puc. Tinc por. No sé cómo ibas con este corazón por el mundo, dice. Nunca antes había sentido algo así, le digo. No eres una persona, eres un ángel. Me mareo. Ahora ya no es por esto. Debe ser hambre o miedo. No llores, no te puedo ver así. El problema es que eres demasiado inteligente. No, no se puede ser demasiado de eso, digo. Reconcíliate con tu pasado, tu presente y tu futuro. Debes saber que todo está funcionando bien. Gracias, gracias, gracias. Él sí que me mira a los ojos. Y me coge de la mano. Mi cardiólogo, él. Ellos me enseñan fotos y mensajes de voz, todos los móviles suenan, dibujos de los pequeños de la familia en los que salgo representada con alas, son unos artistas. Mi hermana al otro lado del teléfono, está muy triste, no pasa nada, estoy bien, estoy bien. Estás lejos, dice. Y ella, ella también me habla, con su voz suave, ¿estás bien, Paula? Y dice Paula como solo ella lo dice.
Pasan los días. No sé cuántos, siento que 10 años. Todos hablan, ríen. Ya no me interesan las flores de esa ventana. Esta mañana estaba Elena, decía que quería ir en bici del Hospital a su casa, le decían que hace demasiado calor, ella decía que no le quitaran la ilusión. La ilusión. Ahora qué. Hoy te vamos a sentar. No me quitéis los cables, ellos os avisan. No los necesitas ya. Sí. No. Venga, vamos. Levántate despacio, cógete a mi brazo y mira al techo, no al suelo. Un médico se hace el despistado ahí fuera y hace gestos a uno de mis enfermeros, gestos que significan '¿se marea?' y le dicen 'no'. Mírala, si tumbada pensaba que sería más bajita, pero qué alta. Qué va, si es de bolsillo, como yo, chaparrita. Reímos. Te vamos a poner algo para que no vayas así, desnuda. Me da igual ir desnuda. No, mujer, espera. Mira, este pijama de topos, ¡si parece que vayas al Rocío! ¿Quieres leer una revista? Mira, he encontrado esta. Vale. La miro. No entiendo nada. Hablan de bañadores y hay gente posando. No me interesa. La miro pero no le presto atención. Cambio de turno. Ya nos han contado, qué susto, ¿eh?. Algún día contarás esto entre amigos, ya verás. Sí, supongo. Ya no puedo sonreírles. No puedo. Esperan que les hable más pero callo. Te dejaremos dormir.
Venga, Paula, camina. Ella, la enfermera de Murcia, llora, les digo gracias sin poder parar. Tengo un corazón dibujado en la rodilla. Me pican los ojos, el pelo está muy sucio. Camina, Paula, mueve la pierna derecha aunque duela. ¿Ves? Ya está. Pocas personas pueden decir que salen de UCI caminando. Ahora a seguir viviendo…
Y eso ¿cómo se hace?
Venga, Paula, camina. Ella, la enfermera de Murcia, llora, les digo gracias sin poder parar. Tengo un corazón dibujado en la rodilla. Me pican los ojos, el pelo está muy sucio. Camina, Paula, mueve la pierna derecha aunque duela. ¿Ves? Ya está. Pocas personas pueden decir que salen de UCI caminando. Ahora a seguir viviendo…
Y eso ¿cómo se hace?
Papà, tinc por ¿A qué? A la contingència de l'ésser humà.
Ella llama. Cómo estás, Le sucede algo, es su voz. Le sucede algo. El verano empuja por la ventana. Todo esto no está pasando, no es verdad. No es. Qué es existir. Por qué, cómo. No está pasando.
Venga, hija, hay que ser fuerte.
Venga, hija, hay que ser fuerte.
Tinc por. Pensa en l'Univers.
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Comparto este fragmento de algo que estoy escribiendo y que será parte del libro que vamos a publicar Teresa Juan y yo, en un futuro incierto, con sus maravillosas ilustraciones y apoyo. Para recaudar fondos y ayudar a la investigación de la Muerte Súbita y los bloqueos cardiacos fisiológicos, no congénitos, en jóvenes y niños. Así como intentar ayudar a todas aquellas personas que se recuperan de un shock post-traumático o una ansiedad patológica.
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*Con el tiempo supe que los bloqueos de la conducción en jóvenes se dan generalmente en deportistas de élite, por eso me preguntaron si hacía ejercicio. También supe que la Jalea Real es posible que me ayudara a mantener la bradicardia menos acusada, es decir que, de haber hecho algún efecto en el proceso, habría sido positivo y no negativo. Pero todo fueron hipótesis. Nunca se supo la causa, las pruebas genéticas dieron negativo y mis electros del mes anterior realizados por los médicos de la empresa, salieron perfectamente.
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*Con el tiempo supe que los bloqueos de la conducción en jóvenes se dan generalmente en deportistas de élite, por eso me preguntaron si hacía ejercicio. También supe que la Jalea Real es posible que me ayudara a mantener la bradicardia menos acusada, es decir que, de haber hecho algún efecto en el proceso, habría sido positivo y no negativo. Pero todo fueron hipótesis. Nunca se supo la causa, las pruebas genéticas dieron negativo y mis electros del mes anterior realizados por los médicos de la empresa, salieron perfectamente.